El Septeto Santiaguero es una de las formaciones señeras de Santiago de Cuba. Formado por jóvenes músicos en 1995, con Fernando Dewar, en la dirección del grupo.
Con Fernando a las riendas del Septeto Santiaguero se aparcaron las llamadas y respuestas en el montuno entre el cantante y el público, y se adoptó la disciplina del septeto tradicional -guitarra, tres, bongó, claves, maracas, contrabajo y trompeta- sin más licencia que la tumbadora, a mayor gloria de Arsenio Rodríguez. Era por tanto un septeto de ocho, pero conservó el apelativo de septeto porque la música que hacía y cómo la hacía era la propia del septeto.
Este proceso de renovación tuvo lugar entre el 93 y el 95. Eran años muy duros para la música en Santiago de Cuba y en todo el país. Las dificultades puestas en evidencia por el «periodo especial» habían dejado bajo mínimos las estructuras comerciales de la música. Aunque en La Habana el auge de las grandes orquestas ha sido total a lo largo de los noventa, en Santiago la mayoría de las orquestas se quedaron sin trabajo ya que no había dinero para pagar a agrupaciones tan grandes. Los carnavales dejaron de ser lo que eran y perdieron su poder de contratación. La crisis trajo como consecuencia el que muchas orquestas se dividieran y se canalizasen en dúos, tríos, cuartetos, quintetos y septetos hacia el turismo, que asimila perfectamente estos grupos de pequeño formato. Por otro lado, a la hora de salir al extranjero es mucho más fácil que viaje un quinteto o un septeto que una gran orquesta.
Para situarnos un poco, recordemos que en el 94 surge la Vieja Trova Santiaguera. En febrero graba su primer disco en La Habana, y en el verano, ante la incredulidad de propios y extraños, recibe el primer espaldarazo en España, prólogo del éxito rotundo que alcanzará en toda Europa en estíos inmediatos. Paralelamente en Sevilla aterriza Compay Segundo, por obra y gracia de la Diputación Provincial, animando los Encuentros de Flamenco y Son. Estas dos pequeñas formaciones conseguirán que en pocos años medio mundo esté redescubriendo el son santiaguero, dejando a los habaneros con la miel en los labios. El reconocimiento a la música tradicional de Santiago de Cuba ha supuesto una gran motivación para que muchos jóvenes estén hoy interpretando música tradicional. En realidad, de todos estos músicos mayores los únicos que de verdad habían llegado a hacerse populares en Cuba eran Los Compadres.
En el verano del 95, unos vascos, entusiasmados por las actuaciones del Septeto Santiaguero en la Casa de la Trova, consiguen traer al grupo a España. En Euskadi permanecen la mayor parte del tiempo, tocan en el Festival Folk de Getxo y, en una escapadita a Madrid, se presentan en Suristán. La voz de alerta la había dado Antonio Mora, quien desde Radio Nervión apoyaba sus correrías norteñas. El aval de Pancho Cobas, de la Vieja Trova Santiaguera, y el impresionante directo que realizan allana el terreno ante Nubenegra.
En mayo del año siguiente, en unas dependencias de un garaje -en la zona del Vedado, en La Habana- rústicamente acondicionadas como estudio, se graba, bajo la batuta de Demetrio Muñíz, el primer disco. El hecho de que se editara en España suponía un estímulo añadido. En Cuba era prácticamente imposible que el Septeto Santiaguero lo consiguiera. A lo sumo podía aspirar a una grabación en directo en Egrem como la de Corasón, Son de Santiago, que de aquella época, pero editada en el 97, recoge canciones de siete grupos soneros de la capital oriental y pone ya de relieve la calidad del Septeto Santiaguero, al que se le reserva el honor de abrir el disco.
La nota más destacada de su primer CD, titulado sin más Septeto Santiaguero, es la energía que irradia. Abundan sobre todo los sones, pero también hay cabida para guarachas, boleros y hasta un guaguancó-son. Canciones que quieren reflejar ese directo impactante, en el que nadie se toma respiro entre baile y baile. Hay tres sones de Miguel Matamoros, entre ellos una muy poco conocida Bomba lacrimosa, dos guarachas de Ñico Saquito, una de las cuales, Ya que estoy en mi Cubita, se convierte en la estrella del disco, un guaguancó de Arsenio Rodríguez, un bolero de Antonio Núñez, y el Sazonando de Luís Martinez Griñán, del que hacen una versión implacable. Junto a temas y autores tan celebrados encontramos dos sones y dos guarachas firmados por José Luís Losada, un compositor santiaguero, que se los escribe a petición del grupo, pues en el ánimo de todos está el deseo de presentar cosas nuevas. Lo cierto es que estas cuatro canciones resisten bien la vecindad de los clásicos.
La presentación del compacto, al que le hace la portada Ceesepe, queda deslucida por la demora de los visados que impide que aprovechen la tribuna brindada por el primer Bilbao Tropikal. De cualquier modo, y aunque con retraso, salvan el verano, tocan su CD en numerosos puntos de la geografía española, e incluso incursionan en Francia y Suiza, y vuelan a las Azores.
En el alocado 98, lleno de fastos y aniversarios, el grupo trabajó sobre todo en México, en Isla Mujeres; allí fue puliendo el material para su segundo compacto. En él encontramos un par de cambios en cuanto a la formación anterior: la salida de Alfredo Fuentes, y con él la tumbadora en directo, y el relevo de Ramón Rodríguez, sustituido por José Alberto Rodríguez en la trompeta.
México ha sido un país que siempre ha recibido con los brazos abiertos a los músicos cubanos. Como botón de muestra no hay mas que recordar las giras triunfales de Beny Moré o Miguel Matamoros. El Septeto Santiaguero, desde su base en Isla Mujeres, ha conseguido hacerse un nombre en la península de Yucatán, con conciertos en Mérida, Cancún, Cozumel y Chetumal en los que ha exhibido la tradición santiaguera frente a tópicos shows de mulatas y bailarinas cubanas. Problemas burocráticos están convirtiendo su participación en el Festival del Caribe en Cancún en una cita permanente.
La oportuna invitación a una fiesta nacionalista en Euskadi, en pleno mes de marzo del 99, permitió que su segundo disco se grabara en España. Al escuchar La pulidora, que así se llama, lo primero que se identifica es un sonido mucho mejor, logrado no sólo por los avances tecnológicos que aporta Axis en comparación con el modesto estudio habanero, El Sótano, sino por el buen ambiente que bajo la dirección de Alberto Gambino reinó en cada una de las sesiones.
Los avances están a la vista. Hay elementos más que suficientes para que el Septeto Santiaguero brille con luz propia en esa inmensa galaxia que se ha convertido la música cubana en estos últimos tiempos: las excelentes voces de sus cantantes, que siguen manteniendo viva la tradición santiaguera de cantar a dúo, el trabajo brillante del trompetista, con un sonido más dulce y una mayor gama de registros, los solos de tres de Fernando Dewar, la potente sección de ritmo y esos coros llenos de fuerza y alegría, con el añadido en directo de las irresistibles coreografías diseñadas por Rudens.
El verano del 99 se presentó complicado ya que, a pesar del reconocimiento unánime de La pulidora y de su fenomenal directo, ninguna oficina de representación artística quiso asumir el riesgo de traer de gira a 7 jóvenes de Cuba, ante la avalancha de grupos de la isla y el éxito casi exclusivo de los viejos intérpretes. Nubenegra y el Septeto Santiaguero no se arredraron y decidieron asumir el envite. El 7 de julio, en Madrid, en el Patio del Conde Duque, en un concierto memorable, y compartiendo cartel con la formación venezolana Huracán de Fuego, se presentó en directo La pulidora.
Pero el grupo llegó a España con una sorpresa, la ausencia de uno de sus pilares, el cantante Tony Rodón, que abandonó al septeto en pos de una hipotética carrera en solitario como vocalista en México. Fue un golpe muy duro solucionado de un modo provisional con la incorporación de Lázaro Cárdenas, cantante cubano residente en Bilbao, que se atrevió a cantar en público habiendo ensayado sólo unas pocas horas antes.
Aquella fue una verdadera prueba de fuego. Y salieron airosos. Tan sólo dos días después estaban animando el tren de la Semana Negra rumbo a Gijón y listos para enfrentarse a tres conciertos muy importantes en Alemania, nada menos que en el Jardín Botánico de Francfort, en la Muffathalle de Munich y en la Pumpe de Kiel. El público alemán se volvió loco con el Septeto Santiguero. A la segunda canción ya estaban dentro del concierto, y de allí no se movía nadie si no era para bailar.
Ya hemos mencionado que en el disco del debut, el Septeto Santiaguero había presentado las composiciones de Luís Losada, en La pulidora fueron las de Clemente Hechavarría, en el tercero debían presentar las suyas propias. Así que en el 2000 a trabajar, a componer y a probar en directo las nuevas guarachas.
Animados por los buenos resultados de Alemania, todos, el septeto, Nubenegra, Intuition y el Tourneebüro S. Maeker, se confabularon para conseguir el verano que todos esperábamos. Y así fue, más de 30 conciertos entre los que destacan los ofrecidos en la Expo 2000 de Hannover, el Weltmusik festival de Colonia compartiendo cartel con Marta Sebestyen y Djivan Gasparyan- retransmitido en directo por la WDR (televisión alemana), en La Mar de Músicas (Cartagena), en Mundo Latino Benicasim y en Para Vigo me voy.
Las nuevas canciones aguantaron el tirón, en especial La jelenguera de Rudens. El público la bailaba siempre, aunque no entendieran de qué iba la letra. También causó impacto ¡Echale tierra y tápalo! la guaracha de Ñico Saquito que no podía faltar.
La gira sirvió además para consolidar la nueva formación del Septeto Santiaguero. El trompetista José Alberto Rodríguez, se había quedado enamorado de España al terminar la gira del 99. Así que nuevo cantante y nuevo trompeta. Reynaldo Caballero que había sido probado en Galapagar en septiembre del 99, se consagró en Alemania como un consumado bolerista;no se pierdan las versiones que hace de Feliz viaje y Sueña guajira- y eso que no venía de la música tradicional. Miguel Jiménez, el más joven del grupo, trompetista muy interesado en el jazz aporta un toque muy cálido y más moderno, que viene al pelo para esa renovación en que está inmerso el grupo. Además Rudens Matos, interpretando sus propias composiciones, adquiere carta de naturaleza como cantante solista, lo que aporta una nueva dimensión al Septeto Santiaguero.
Antes de regresar a Cuba dejaron grabado en Axis su tercer CD, La chismosa, con La jelenguera como canción bandera. En los primeros días del año 2001, un equipo de cinco personas se trasladó desde España a Santiago de Cuba, para grabar allí, en su salsa, el video clip de las jelengueras, en el que Rudens asume el papel estelar. Ha sido una apuesta muy fuerte de Nubenegra, queriendo dar una imagen menos sofisticada que la que habitualmente nos llega desde Cuba, con personajes de carne y hueso.
Bajo la dirección de Fernando Dewar, en todos estos años, el Septeto Santiaguero no ha hecho más que madurar y mantenerse firme en su vocación sonera. Hoy por hoy, es la mejor formación que se puede escuchar en la Casa de la Trova de Santiago de Cuba. Si no lo encontramos allí debemos buscarlo muy cerca, en Casa Granda, dando al parque Céspedes, el otro lugar donde habitualmente se presenta. Cuando las circunstancias lo permiten, los siete acuden a Cienfuegos para participar en el Festival del Son o se escapan a La Habana, donde siempre son bien recibidos. Allí se celebra en mayo un festival en el que participan numerosos septetos de toda la isla. No es un festival competitivo, sin embargo hay unanimidad en que oficiosamente el Santiaguero es el mejor septeto en activo en Cuba. La sólida reputación que el Septeto Santiaguero ha ido forjándose en la isla no hace sino crecer.
Maduro, pero sabroso – Septeto Santiaguero